Lo mejor del pato en la mesa

SELECTOS DE CASTILLA. Calidad y honestidad han hecho de esta empresa familiar palentina un referente en el sector de los derivados del pato.

PREMIO LA POSADA DE EL MUNDO DE CASTILLA Y LEÓN / PALENCIA.

Enrique (i) y Manuel de Prado flanquean a Nathalie Souloumiac en la sede de su empresa, situada en Villamartín de Campos (Palencia).

Selectos de Castilla nace hace 25 años del empeño de los hermanos De Prado, que eligieron un pueblo de Palencia, Villamartín de Campos, para sentar la base de un negocio poco convencional en aquel momento.

Corría el año 1989 y por entonces a nadie se le había ocurrido ponerse a criar patos y menos a transformarlos para servirlos en la mesa. Ellos llegaron de Francia con un montón de ideas y muchos pájaros en la cabeza, y vieron en Villamartín, el pueblo de su padre, el lugar perfecto para criar estas aves, muy cerca de la Laguna de La Nava. Hasta aquí trajeron patos franceses y se dispusieron a mimarlos con aires castellanos, criándolos al aire libre, bien alimentados y sin estrés, para poner sobre los platos más exigentes, lo mejor de cada pato.

De eso hace un cuarto de siglo, pero la ilusión, la filosofía y todo proceso se mantienen invariables, porque la calidad del producto y la honestidad del buen hacer están, desde siempre, por encima de todo. «Desde el principio hemos tenido muy claro que queríamos hacer productos de calidad partiendo de una materia prima de primera, porque somos ganaderos, criamos los patos y controlamos todo el proceso para asegurar la calidad en todas las etapas», explica Enrique de Prado, consejero delegado y director de calidad de Selectos de Castilla.

Hoy Enrique y Manuel de Prado, y la directora de producción, Nathalie Souloumiac, son el alma de Selectos, una empresa familiar que cuenta con una granja al aire libre donde los patos crecen fuertes y sanos, y una fábrica, construida sobre las ruinas de un antiguo palomar de Tierra de Campos, donde se despieza manualmente cada animal y se elabora cada producto de forma artesanal.

Además, en Selectos de Castilla los patos se ceban, uno a uno, de forma manual, con maíz en grano, para obtener un hígado graso de primera calidad, lo que diferencia a esta empresa del resto de las del sector en España y del 80% de la competencia que llega de Francia. «Cebar con maíz en grano es una forma de respetar la tradición, de respetar al animal y su bienestar, y de obtener una calidad muy diferenciada», asegura de Prado.

Todo esto unido a un proceso de transformación totalmente artesanal con elaboraciones sencillas que no «enmascaren » la calidad de la materia prima, marca la diferencia. «El foie es foie, nada más; no nos hace falta meter nada más porque nuestra materia prima es noble y habla por sí misma. Si un pato está bien, su hígado está bien», asegura. Y el tiempo les ha dado la razón, porque con su empeño han conseguido convertir el foie de pato en sinónimo de Selectos de Castilla, de Villamartín de Campos y de Palencia.

Eso no quiere decir que Selectos de Castilla destierre la innovación de sus procesos, ni mucho menos. «Siempre estamos innovando para dar al cliente cosas nuevas, pero sin recurrir a procesos tecnológicos complejos ni al uso de productos químicos, ni conservantes, porque queremos mantener el control en todo el proceso». Por eso han decidido mantener elaboraciones sencillas, para respetar al animal y la materia

prima.

Un concepto de producto y de empresa que se ha convertido en una seña de identidad y que ha acompañado a Selectos de Castilla durante 25 años. «Hemos llegado aquí con las mismas convicciones y el reconocimiento de los clientes», insiste de Prado. De hecho, el paté de lechazo es el mismo paté de lechazo que crearon en 1992, porque usan la misma materia prima, el hígado de lechazo churro, con el mismo proceso de elaboración.

Todos esos valores de respeto, trasparencia y honestidad han llevado a Selectos de Castilla a convertirse en un referente del foie de pato y de otros productos de este animal, hasta sumar 80 referencias en un catálogo que se ha ido ampliando con los años con otros productos de Palencia y de Castilla y León, como el paté de lechazo churro, la mousse de trucha de la Montaña Palentina o el cochinillo de Segovia. Siempre con materias primas de calidad y de Castilla y León, porque «somos Selectos de Castilla y siempre hemos reivindicado lo nuestro, lo mucho y bueno que hay en nuestra tierra».

Una calidad validada por la marca ‘Tierra de Sabor’, la Banda Dorada de ‘Alimentos de Palencia’ y las certificaciones más exigentes, y avalada también por numerosos premios, como el de la Cámara de Comercio de Palencia, el Cecale de Oro, el Premio Castilla y León de la Academia de Gastronomía, o el último, el Premio ‘La Posada’ al Mejor Proyecto de Palencia.

Un proyecto que hoy da trabajo a 22 personas en un pequeño pueblo de la Tierra de Campos, que se ha atrevido a meter foie en los bombones, y que llegó a servir su saber hacer en la cena de gala de los Premios Nobel, donde 1.500 personas de todo el mundo pudieron comprobar que lo mejor del pato salía de un pequeño pueblo de Palencia.

Una empresa familiar con un equipo de trabajadores que comparten sueño y filosofía, convencidos de que el consumidor necesita creer en valores, en empresas respetuosas

y honestas. Por eso no tienen ningún secreto que ocultar a la competencia, porque saben que lo que hacen es muy difícil y requiere un alto grado de compromiso. Y por eso cada día se marcan un único objetivo: «que la persona que compre un producto de nuestra casa no se sienta defraudada».

No solo los premios y los años avalan esta apuesta, también lo hacen las cifras. En 2014 habrán sacrificado 31.000 patos, facturarán 1,3 millones de euros y habrán exportado el 22% de su producción, principalmente a Escandinavia, Bélgica, Holanda y Portugal, y a otros países como Japón, Venezuela y Méjico. Unas ventas alejadas del récord de facturación alcanzado en 2008, con 2 millones de euros, frenadas por el efecto de los duros años de una crisis que no ha mermado la ilusión de la familia de Prado, dispuesta a seguir volando sin hacer piruetas, y a seguir creciendo fieles a su único secreto: hacer las cosas bien, y a su principal objetivo: no defraudar a ningún paladar.

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